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Los otros diez, al oír aquello, se indignaron.

Los otros diez, al oír aquello, se indignaron.

LOS OTROS DIEZ, AL OÍR AQUELLO, SE INDIGNARON

(20 de octubre de 2024)

Evangelio de Marcos (10, 35-45) Link al texto.

    Hay páginas del evangelio que apuntan directamente a nuestra vida y por ello resultan luminosas e incuestionables. Descubren nuestro interior y su, a veces, paradójica verdad. Eso ocurre con el pasaje evangélico de hoy.

    Habla de la ambición, que viene siempre con nosotros, pegada como una sombra. Los discípulos han dejado muchas cosas al seguir a Jesús (familia, trabajo, posesiones, etc.). Pero no han dejado la ambición, viene con ellos. Siguen a Jesús, pero esperan beneficios. Por eso dice el texto que, cuando la madre de los Zebedeos hizo para sus hijos la petición de los primeros puestos, LOS OTROS DIEZ, AL OÍR AQUELLO, SE INDIGNARON. ¿Por qué? Pues porque ellos también aspiraban a esos puestos de honor. La ambición manifestada con toda candidez.

    Tendrá que mediar mucha enseñanza y ejemplo de Jesús, mucho discernimiento, no poco sufrimiento para que entiendan, por fin, que el reino de Dios no es para sacar beneficios personales, sino para llegar al bien común de la nueva sociedad. Habrán de entender que seguir a Jesús demanda explícitamente el abandono de la ambición.

    Los cristianos albergamos, a veces, grandes ambiciones. Los mismos clérigos que debería ser más desprendidos, son, a veces, paradigma de ambición. Por eso el Papa les anima a huir de la carrera eclesiástica “como de la peste”.

¿Cómo no ser víctima de la ambición? ¿Qué caminos concretos seguir?
    • El disfrute sencillo: la ambición se controla mucho si se aprende a disfrutar de las pequeñas cosas que casi todos poseemos. Levántate por la mañana y haz una lista de disfrutes: puedes ver, puedes oír el canto de un pájaro, puedes respirar, puedes caminar, puedes desayunar en paz, puedes hablar con tu familia, puedes rezar, etc. Disfruta el humilde camino de ser persona.
    • Valora al otro de manera nueva: como solemos decir, no por lo que tiene, sino por lo que es. Hay un dicho inglés: “Siempre parece más verde la hierba de jardín del vecino”. Ambicionamos lo del otro sin reparar en lo bueno que tenemos nosotros.
    • Practica la generosidad: porque ese es el antídoto de toda ambición. Cuanto más generosos, menos peligro de que la ambición te muerda y te devore.

    Hay quien dice: es bueno ser ambicioso en la vida, hay que tener grandes aspiraciones. Quizá la ambición sea un dinamismo potente para generar bienes y riquezas. Nos parece algo cuestionable. Pero si fuera una fuerza para trabajar sin descanso por el bien común, por el bien del frágil, esa sería una ambición evangélica.

    Corre por las redes un dicho atribuido a san Francisco, aunque no es suyo. Dice: “Tengo pocas cosas y las pocas que tengo las necesito poco”. Una vida de una cierta sobriedad puede ayudarnos a mantener a raya la ambición, a que vaya surgiendo en nosotros una vida de creciente generosidad.

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