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Si el grano de trigo muere...

Si el grano de trigo muere...

SI EL GRANO DE TRIGO MUERE…

(17 de marzo de 2024)

Evangelio de Juan (12, 20-33) Link al texto

    Nos vamos adentrando en la Cuaresma. La Pascua está más cercana. Las lecturas del domingo apuntan a la realidad de un Jesús que se entrega.

    La primera parte del evangelio que leemos hoy contiene algo muy útil para alimentar nuestra vida cristiana. Siendo Jesús de Nazaret un personaje humilde, en la sombra, desconocido, se ve que, por lo que fuere (por sus dichos o por sus milagros), había logrado que su fama trascendiera las fronteras de Israel y llegara a tierras de paganos. Así es: unos griegos quieren ver a Jesús (Grecia está a 1500 km de distancia de Israel) y se lo piden a los discípulos de nombre griego (Felipe, Andrés). Estos los llevan a Jesús y se encuentran con un personaje que les dice algo desconcertante: “Si el grano de trigo no cae en el surco y muere, no produce fruto”.

    O sea: ¿buscáis a alguien maravilloso? Pues yo soy, como vosotros, uno destinado al surco, uno cuyo horizonte es la muerte. Pero ojo: no penséis que eso no vale: quien muere, puede dar fruto como la semilla que muere en la oscuridad de la tierra. Jesús es, como nosotros, uno para la muerte, pero con vida dentro.

    No dice el evangelio cómo reaccionaron aquellos griegos. Posiblemente, se volvieron a su tierra decepcionados. Pensado que habían hecho un gran viaje en balde. ¿Es cierto que nosotros también, granos para el surco, encerramos posibilidades y vida? Sí, lo es. Lo vemos en:
    • Las personas mayores que nos van dejando: ellos han caído en el surco. Nosotros somos lo que somos, en gran parte, por ellos. Somos el fruto de su vida caída en la tierra. Hemos de agradecérselo en vida y en muerte.
    • Las personas que se entregan a diario: lo hacen en silencio, sin publicidad, sin pedir nada a cambio. Esas vidas entregadas sostienen el mundo, aunque ellas ni lo sepan. Su semilla produce la inestimable cosecha de la bondad.
    • Las personas que ceden y logran pactos: Porque pactar es, en parte, perder, morir en beneficio del conjunto (lo vemos esta temporada en la defensa que los agricultores hacen del sector primario). Su semilla de tolerancia y flexibilidad produce frutos de vida.

    Dicen que la cultura moderna tiende a ocultar la muerte porque la considera sin valor y por ello, hablar de la muerte y fruncir el ceño es todo uno. Pero algo nos dice que en el morir hay fecundidad. Si no fuera así, la muerte de Jesús habría sido inútil y la nuestra también. La vida está bien hecha porque el morir es, aunque no nos lo parezca, tiempo de cosecha.

    Dice un viejo himno de Cuaresma: “La gracia está en el fondo de la pena y la salud brotando de la herida”. En esta Cuaresma valoramos a Jesús que cura nuestros corazones y nos proponemos ser también nosotros sanadores heridos. Eso es porque creemos que caer en el surco, ir dando la vida, es el “amor más grande”, como dice el mismo evangelio (Jn 15,13).

    Curémonos, amémonos.

 

 

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