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Se estableció en una ciudad llamada Nazaret

Se estableció en una ciudad llamada Nazaret

Leemos el evangelio no solamente para enterarnos de las narraciones, muchas de las cuales conocemos de memoria. Leemos para iluminar el presente y poder vivir con más sentido.

Dice el texto que Jesús y su familia SE ESTABLECIERON EN UNA CIUDAD LLAMADA NAZARET. El título de “ciudad” le va grande. Nazaret sería un villorrio desconocido. No hay un solo autor de la época ni un solo mapa que registre su nombre. Cuatro casas-cueva en la ladera de un monte. Así sería Nazaret, como lo demuestra la arqueología. Eso quiere decir que Jesús se sumerge en la pobreza, en lo oculto, en lo ignorado, en el lado de la historia destinado al olvido.

Nosotros tendemos a figurar, a que nuestro nombre sea conocido, a tener una cierta fama. Nos tira el brillo y cuando hablamos de una espiritualidad en lo oculto, ni nos suena. Sin embargo, los valores de lo oculto son los valores de la encarnación: el silencio, la falta de relevancia social, la verdad de lo que uno es. Lo oculto no es síntoma de falta de vida sino, por el contrario, de vida dentro, de corazón sensible, de alma bullente.

Quizá podríamos animarnos a construir una espiritualidad de lo oculto:

- Ocúltate para la oración: busca un lugar tranquilo para rezar, disfruta del silencio habitado, dedica un tiempo de sosiego a la lectura del evangelio del día.

- Ocúltate para la solidaridad: sé generoso y rodea de silencio tu generosidad; lo del evangelio: “que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu derecha” (Mt 6,3).

- Ocúltate para la comunidad cristiana: no quieras figurar siempre; no exijas agradecimiento por tus servicios; disfruta sirviendo en algo útil a la comunidad cristiana.

Se habla en estos últimos meses de lo que se llama “el giro católico”, una cierta tendencia a que lo religioso vuelva a sonar: la película “Los domingos”, el último disco de Rosalía y su envoltorio religioso, el libro del filósofo Byung Chul Han premio princesa de Asturias titulado “Sobre Dios”, etc. Nos preguntamos si no hay en todo eso una añoranza del brillo de lo religioso. ¿No sería mejor permanecer en lo oculto, en lo modesto, en lo sencillo?

Como Navidad es tiempo de regalos, vamos a regalarnos un poema de José A. González Iglesias que se titula “Benditos los ignotos”, los desconocidos, los que están en lo oculto:

Benditos los ignotos,
los que no tienen página
en internet, perfil
que los retrate en facebook,
ni artículo que hable
de ellos en wikipedia.
Benditos los que viven
como cuando nacieron
y pasan la mañana oyendo el olmo
que creció junto al río
sin que nadie
lo plantara.
Benditos los ignotos
los que tienen
todavía
intimidad.

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