Le pondrán por nombre Enmanuel
La Palabra nos inquieta y nos espolea. Con ello nos ayuda a no detenernos en nuestro caminar de personas, en nuestra búsqueda del sentido y de la dicha.
Desde antiguo, y sobre todo cuando nos aflige alguna desgracia grande, nos hacemos una pregunta sin respuesta: ¿Dónde está Dios? Ante un terremoto destructor, una dana devastadora, un volcán que lo arrasa todo a su paso, una guerra que aniquila a mayores y a niños nos preguntamos en nuestra desolación: ¿Está Dios con nosotros o no está? Esta pregunta la encontramos ya en las páginas del Antiguo Testamento (Ex 17,7).
El evangelio que hemos leído tiene una respuesta: LE PONDRÁN POR NOMBRE ENMANUEL. Es decir, en Jesús sabemos que Dios está con nosotros siempre, sobre todo cuando más sufrimos. Su manera de estar es acompañarnos en nuestros sufrimientos porque él no interviene en las leyes de la naturaleza que son independientes. O si se quiere: interviene en nuestro cuidarnos unos a otros cuando el mal nos aflige. Interviene en nuestra mediación humanizadora.
Es difícil tener esta certeza de un Dios con nosotros si lo imaginamos como un Dios fuera y no como un Dios dentro. Un Jesús Enmanuel es lenguaje de un Dios dentro de nosotros. ¿Cómo entender mejor esto?
- Dios está dentro de la persona: no fuera de él, no en cielo distante de él. Está en su corazón, en sus anhelos más verdaderos, en sus logros y debilidades. “Vendremos a él y haremos morada en él”, dice el evangelio (Jn 14,23).
- Dios está dentro de la sociedad: como vecino de nuestro barrio, como disfrutante de nuestros gozos, como sufriente en nuestras penas, como caminante que acompasa su paso al nuestro (Lc 24,15).
- Dios está dentro del cosmos: no solo como creador de esta inmensa realidad, sino como impulso profundo que lo va llevando a la plenitud, aunque nosotros no sepamos muy bien cómo (Col 1,17).
A veces hemos explicado, de una manera un tanto pintoresca, que en la encarnación de Jesús se cumple aquel dicho castellano de que “dos que duermen en el mismo colchón se hacen de la misma opinión”. Dios duerme en nuestro colchón, está en total sintonía con lo nuestro. Algo de eso quiere decir ese nombre peculiar de Enmanuel.
Dicen los analistas sociales que cada vez se acumulan de que el sentimiento religioso tiene cada vez más cabida en nuestra sociedad, debido, quizá, a que vivimos en un mundo hostil y refractario a las certezas estables la vuelta a lo religioso puede resultar atractiva para muchas personas. Tal vez nos vamos dando cuenta de que es imposible vivir en mundo sin perdón ni misericordia. Lo cierto es que el Enmanuel sigue con nosotros. Así lo anhelamos, así lo creemos.