El santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios
Siempre que leemos la Palabra hemos de hacerlo tratando de alimentar nuestra espiritualidad. La fe bebe y vive de la Palabra.
Desde hace mucho tiempo sabemos que el texto que hemos leído hoy pertenece al género literario de “anunciación”, relato en que se anuncia el nacimiento de un personaje importante en modos maravillosos para subrayar su papel decisivo en la historia de la salvación. No hay que tomar literalmente estos relatos construidos por los autores bíblicos como si fueran históricos. No lo son.
En este de la anunciación a María se quiere decir como mensaje central que EL SANTO QUE VA A NACER SERÁ LLAMADO HIJO DE DIOS. Para entender correctamente esto hay que mantener como requisito imprescindible que Jesús es, como dice san Pablo, “nacido de mujer” (Gal 4,4) y “como nosotros en todo” (Heb 2,17). Si algo sabemos de Jesús es que fue un humano en toda su entereza. No lo saquemos del marco de lo humano.
Pero además se dice que ese humano llegará a ser Hijo de Dios, persona plena, dichosa en todo lo que un humano puede serlo, hombre acabado, querido de Dios como se quiere a un hijo. Esto es importante porque si tal cosa se dice de Jesús que es uno como nosotros, lo mismo se podrá decir de nosotros mismos: nuestro horizonte es ser hijos de Dios. Ese es nuestro camino y nuestra meta. Ser hijo es don y conquista.
¿Cómo construir en nuestra vida concreta el sueño de llegar a ser hijos de Dios?
- Eres hijo si vives como Jesús: si vives con sus valores, si perdonas, si eres generoso, si sirves, si tienes el corazón abierto. Todos sabemos cuál era el estilo de vida de Jesús. Seamos hijos como él fue hijo.
- Eres hijo si eres humano: porque ser hijo no es ninguna cosa rara. En el fondo, es simplemente ser humano, tener a la bondad por ideal práctico de vida.
- Eres hijo si te entregas al otro: porque ese ha sido el sentido de la vida de Jesús dar y darse. Por eso nos dice el evangelio: “Anda y haz lo mismo” (Lc 10,37).
Puede ser que todo esto nos suene a música celestial. No renunciemos a una vida con mística. Somos algo debajo de la piel. Cultivemos nuestra interioridad. Dejemos que estos mensajes espirituales bajen a nuestro interior y nos toquen por dentro.
Hoy es una fiesta de María pero, en el fondo, es una fiesta de la humanidad, de todos aquellos y aquellas que siembran humanidad en el mundo, de los que hacen posible el triunfo de lo humano: de los que ayudaron en la DANA quitándose de lo suyo; de los que apagaron incendios con riesgo de su vida; de los que ponen una cocina bajo las bombas de los israelíes; de los que acompañan las vidas de los más solos y olvidados. Todos esos están siendo hijos de Dios porque son el amor de Dios en clave humana. Hoy es su día, día en que Dios los llama hijos suyos.