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El más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él

El más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él

El evangelio no es un libro de recetas pera nuestras situaciones difíciles. Es, más bien, luz y fuerza para que pongamos manos a la obra.

Nunca sabremos a ciencia cierta cuáles fueron las relaciones entre Juan el Bautista y Jesús. Parece que las hubo, siendo inicialmente más importante la influencia del Bautista que la de Jesús. Éste quizá fuera discípulo de él. Pero, en un momento dado, sus caminos se separaron: el Bautista siguió aferrado al Antiguo Testamento y su radicalismo religioso y Jesús tomó el cauce de la espiritualidad de la compasión y del amor.

Aun así, el evangelio de hoy pone en boca de Jesús un elogio de Juan y una valoración de la suerte que es vivir en el tiempo del Evangelio: Juan es más que profeta, pero EL MÁS PEQUEÑO EN EL REINO DE LOS CIELOS ES MÁS GRANDE QUE ÉL. Esto quiere decir que vivir en el tiempo de Jesús, que vivir la fe es una suerte. Tantas veces que hemos entendido la fe como una obligación y hasta como un peso, la Palabra nos dice que es una suerte. ¿En qué sentido?

- Es una suerte tener a Jesús: porque sus modos de vida y sus maneras de pensar nos hacen bien, humanizan nuestra vida, nos hacen más espirituales y nos empujan a la fraternidad gozosa. Tener a Jesús nos sitúa en el lado hermoso de la vida.

- Es una suerte tener el evangelio: porque sus valores nos iluminan, orientan y nos colocan en la situación de quien ama la vida y de quien espera en su plenitud. Tener el evangelio nos empuja a trabajar sin desfallecimiento por la dicha de los demás y la propia.

- Es una suerte tener a la comunidad de seguidores de Jesús: porque esa comunidad es aliento y apoyo dándonos ánimo para mantenernos en la fe de que la justicia y el bien llegaran a triunfar si colaboramos en esa hermosa tarea.

¿Cómo ayudarnos a entender la fe como una suerte, más que como una obligación? Vamos a decirlo de una forma que casi nos ruboriza, pero digámoslo: tendríamos que enamorarnos de Jesús. ¿Es esto posible o es una fantasía religiosa? Es posible porque el amor salta las fronteras de los años y puede ser vivo si lo cultivamos, si leemos el evangelio, si unimos vida y fe, si somos compasivos y solidarios. Enamorarse de Jesús es posible. Y luego: comprobar que el evangelio nos hace bien, nos hace mejores personas, nos da energía para vivir en humanidad.

Podríamos vivir este Adviento como el tiempo en que se me quiere decir que la fe es una suerte y que es algo realmente hermoso si la amo, la cultivo, la comparto y la hago vida. La celebración de la eucaristía en Adviento habría de estar alimentada por ese anhelo. No son cosas imaginadas. Hay quien “toca” estas realidades en toda su densidad. Hay quien no duda de que hacen parte de su vida. Que a quienes tenemos una fe más débil nos anime y empuje la fe de los que son más fuertes. Compartamos la suerte de creer.

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