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Quien no carga con su cruz y me sigue

Quien no carga con su cruz y me sigue

Hay textos evangélicos de no fácil comprensión que demandan de nosotros un plus de atención. El de esta semana es uno de ellos. Centrémonos en un punto.

El evangelio habla de CARGAR CON LA CRUZ. ¿Qué es eso? No se refiere a “las cruces de cada día” de las que decimos que “las manda el Señor”. Dios no da cruces, sino solo amor. Las cruces son el precio, duro precio a veces, que hemos de pagar por nuestro ser histórico, el precio de la conquista de nuestra dicha y humanidad. El texto evangélico no va por ahí.

Alude a la situación del reo que ya ha sido condenado y que todavía no ha sido ejecutado mientras lleva la cruz. Es algo dramático: estar vivo como si se estuviera muerto. Dicho de otro modo: la fe tiene sus consecuencias, a veces duras. Es preciso estar dispuesto a arrostrarlas. Una fe indolora no es una fe de calidad porque los trabajos de la fe apuntan a un nuevo nacimiento y nacer siempre es costoso.

¿Qué consecuencias costosas, qué “cruces” ha de llevar hoy la fe?

- La cruz de una creciente secularización: que afecta ya a nuestras propias familias, a nuestros seres queridos. Llevar esa cruz con paciencia y comprensión, sin rechazos y de manera afable. Mostrar que ser cristiano puede ayudar a una vida familiar y social más gozosa.

- La cruz de una economía cada vez más desigual: lo que lleva a todas las desigualdades que sufren los humildes. Llevar esa cruz siendo honrados, equitativos y generosos.

- La cruz de una fe rutinaria: cruz que llevamos nosotros y que apaga nuestra espiritualidad. Llevarla con una experiencia viva y personal de Jesús y con una vivencia alegre de nuestra fe.

La mejor manera de llevar estas cruces no es sufriendo, sino dándoles cara con humanidad, porque es el lento caminar hacia el horizonte de dicha que Dios ha puesto en el camino humano. Llevar la “cruz” demanda un talante resistente y benigno. Resistente para no quebrarse ante la adversidad; benigno para comprender las razones del corazón que, a veces, son extrañas. De todos modos, Jesús va delante. Eso habría de reconfortarnos.

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