Cuánto más el Padre del cielo

A nada que nos detengamos en la Palabra, siempre nos aporta luz. Así, el camino por los días se hace más llevadero, más grato y humano.
El evangelio de hoy emplea un argumento simple: si los humanos, aun contando con nuestra maldad, sabemos dar cosas buenas a nuestros hijos, CUÁNTO MÁS EL PADRE DEL CIELO dará el Espíritu, todos, a quien lo necesita.
Es decir, Dios tiene unos mecanismos de amor envolvente con los que es capaz de dar sentido a nuestros mayores desatinos. Imaginemos esto: un joven está en cárcel acusado de un grave crimen. Su madre le visita y le echa en cara que ha arruinado la vida de la familia y que merece estar preso por mala persona, por mal hijo. Pero si el muchacho le dice que le lleve un jersey porque tiene frío en la prisión, la madre se lo lleva. Es decir: esa mujer tiene un mecanismo envolvente, el amor, que está más allá de la justicia. Si nosotros sabemos funcionar así, ¡cuánto más el Padre del cielo!
¿Cómo ir funcionando con el mecanismo del amor envolvente? El evangelio marca el camino: demos cosas buenas.
- Demos lo bueno a todos: no solamente a los nuestros, a nuestros amigos, a los que nos caen bien. Ensanchemos los límites de la bondad.
- Demos lo bueno a quienes no lo merecen: intentémoslo, démosles respeto, consideración, justicia. La que ellos no han tenido con nosotros.
- Demos lo bueno a los frágiles: a los niños, a los enfermos, a los descartados, a quienes están en desventaja. Pongámonos de su lado, defendámoslos con palabras y gestos.
Saber que Dios envuelve nuestras injusticias en amor tendría que llevarnos no a minusvalorar ese amor, sino a apreciarlo más. Eso nos haría más generosos en nuestros comportamientos diarios. En la vida y en la fe quizá todo sea cuestión de generosidad. Ahí está la clave.