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Hablaba del templo de su cuerpo.

Hablaba del templo de su cuerpo.

HABLABA DEL TEMPLO DE SU CUERPO

(3 de marzo de 2024)

Evangelio de Juan (2, 13-25) Link al texto

    El relato de la expulsión de los mercaderes del templo refleja un episodio decisivo en la vida de Jesús. Si no hubiera ocurrido, quizá su muerte no habría sido tan violenta. Tocar el mercado era tocar la fibra sensible del poder.

    Pero en el evangelio de Juan, el tema deriva hacia la realidad del templo. Y allí, en la polémica sobre el templo, escuchamos esta frase: HABLABA DEL TEMPLO DE SU CUERPO. El judío cree que si uno quiere encontrarse con Dios tiene que ir al templo porque allí habita la gloria de Dios. Allí se puede “tocar” a Dios. Pero el evangelio de Juan dice que si quieres encontrarte con Dios, tienes que ir al templo del cuerpo de Jesús, a su vida con sus criterios y modos de comportamiento. Jesús es el templo vivo, sacramento del encuentro de la persona con Dios, decían los teólogos del Concilio.

    De ahí se puede deducir que todos los cuerpos son lugar de encuentro con Dios, porque son lugares, como decía san Pablo, donde vive El Espíritu. La espiritualidad cristiana heredada ha censurado e incluso menospreciado el cuerpo. Lo cierto es que la Iglesia nunca se alejó tanto del Espíritu como cuando abandonó el cuerpo.

    Sería muy saludable para la vida y para la fe, construir poco a poco, una espiritualidad sobre el cuerpo como lugar de humanidad y con una visión de fe. ¿Cómo hacerlo?
    • Respeto: es el cimiento de toda espiritualidad sobre el cuerpo. Si se pierde el respeto, se abre ante nosotros un abismo. Por ser lo más propio de cada persona, pertenencia inviolable, todo cuerpo, máxime los cuerpos frágiles, es respetable.
    • Valoración positiva: hay que revertir la herencia de que el cuerpo es lo malo y el alma lo bueno. El cuerpo es el don de amor que Dios nos ha hecho. Menospreciar ese don es menospreciar al donante. Hemos de intentar ver con otra mirada, más benigna y positiva, al “hermano cuerpo”, como diría san Francisco.
    • Valoración espiritual del cuerpo: morada del Espíritu, dirá san Pablo (1 Cor 6,19). O sea: somos más que piel, algo nos habita en lo profundo, tenemos una sed de vida que tiende hacia Dios. Nuestro cuerpo, como el grano de trigo en el surco, está llamado a la vida plena.

    La sociedad de hoy nos ha sensibilizado en el aprecio y en la libertad respecto al cuerpo (somos sensibles a las tropelías que se comenten contra él, incluidas las de los clérigos, y hasta nos sorprende esa canción que España presenta a Eurovisión este año, tan cuestionable).

    Si el evangelio no nos ha llevado, por nuestra cerrazón, a valorar positivamente los cuerpos como el mejor don de Dios, escuchemos la voz de los signos de los tiempos que, en modos diversos y peculiares, nos habla del valor del cuerpo.

    Estamos en Cuaresma, tiempo en que, antiguamente, se machacaba al cuerpo con ayunos y penitencias. Mejor sería, tal vez, dedicar las energías a una valoración razonable y positiva de esta herramienta que Dios nos ha dado para amar, trabajar y creer. Mejor sería poner energías en curar las heridas físicas y espirituales de nuestros cuerpos.

    Que el cuerpo sea templo donde encontremos al Dios que nos ama.

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