Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas
El evangelio es siempre fuente de inspiración para nuestra vida. Basta que lo leamos con detenimiento y deseo de aprender.
Al final de pasaje leído este domingo se insinúa un tema del que en otras épocas se ha hablado mucho y ahora menos: la perseverancia. CON VUESTRA PERSEVERANCIA SALVARÉIS VUESTRAS ALMAS. Cuando se hace una opción, cuando se tiene un valor, cuando se ha elegido algo, lo difícil es permanecer, ser constante, mantenerse en lo soñado, perseverar.
Es una evidencia que somos inconstantes. Vislumbramos algo hermoso y optamos por ello. Pero pronto nos damos cuenta de que eso bello que nos atrae es un camino que hay que andar poco a poco. Y que ese camino está lleno de dificultades y de obstáculos. Y entonces abandonamos, lo dejamos de lado, lo olvidamos. Con ello, el nivel de frustración de nuestra vida sube constantemente.
¿Cómo vivir una vida cristiana perseverante?
- Sé fiel a las promesas del evangelio: porque no interesa tanto que seas fiel a lo que tú has prometido, sino que descubras las maravillas de lo que se te ha prometido y que esas maravillas te encandilen para siempre. La maravilla de una vida en paz, la maravilla de poder tener un corazón perdonador, la maravilla de vivir inmerso en la generosidad.
- Vive una fe lo más lúcida posible: no te eches en brazos de la rutina, de la costumbre, de los meros ritos externos porque eso no terminará por ahogarte. Busca renovar tu oración, vive la eucaristía como un auténtico lugar de encuentro con Jesús, no te canses de leer la Palabra todos los días si es posible.
- Cultiva tu pensamiento cristiano: no vivas con las ideas del catecismo que aprendiste de niño, piensa la posibilidad de hacer parte de alguno de los grupos parroquiales donde se cultiva la Palabra, el pensamiento cristiano. Los tiempos cambian. Hemos de vivir la fe en modos adaptados a nuestro hoy, no de manera rígida e inflexible. Ha pasado el tiempo de comulgar con ruedas de molino y de tener la fe del carbonero.
Hay personas que, con alguna frecuencia, se llegan a la parroquia pidiendo una partida de nacimiento para un proceso de apostasía. Quieren abandonar la fe que eligieron otros para ellos y a la que no se sienten vinculados. Aunque nos duela, hay que respetarlos. Libertad para entrar, libertad para salir. Eso defendemos. Pero es cosa que nos debe hacer pensar: si no cultivamos la fe quizá nos veamos en situación similar o abandonemos el camino cristiano sin más, que es otra forma de apostasía.
La mejor forma de ser perseverante es aquella que nos implica algo en la vida familiar, en la vida parroquial o en la vida social. Una vida sin implicación lleva a vivir descolgado, situado en el propio egoísmo, como una isla. Así es imposible mantenerse vivo en la fe. Si vives implicado incrementa tu compromiso; si tu implicación es débil, hoy mismo puedes dar un paso adelante. Ánimo.