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No se convencerán ni aunque resucite un muerto

No se convencerán ni aunque resucite un muerto

Jesús ha usado mucho el género parabólico como explicación popular de su idea del reino y de la vida misma. Por eso, estos textos conservan una frescura indudable.

Lucas es tajante con los ricos. Cree que su autorreferencialidad no tiene remedio: no piensan más que en ellos mismos, en su beneficio personal, en el de su familia. Los demás no existen. Por eso su convicción final: no se convencerán ni aunque resucite un muerto.

Es el misterio de la cerrazón humana: no hay maltratador, xenófobo, capitalista, que se convierta. Es un mundo ocupado solamente por el yo y los demás no tienen sitio. Y los pobres, menos.

¿Cómo construir una espiritualidad de la apertura? ¿Cómo no caer en las garras de una manera cerrada de ver el mundo?

- Mira a Jesús: él es una persona de mente y corazón abiertos: entiende la ley con flexibilidad, comprende las situaciones de los pobres, se abre al mundo de los paganos, es solidario con los dolores ajenos.

- Escucha incansablemente: porque la apertura pasa por la escucha amante, aquella que escucha a la vez que aprecia y considera los argumentos del otro.

- Cree en la verdad del otro: porque no tenemos toda la verdad, sino que cada uno aportamos una parte de ella. Apropiarse de la verdad es el primer paso para la tiranía.

Nos conviene leer y releer FT 87 del recordado papa Francisco donde se da el fundamento de la espiritualidad de la apertura el otro: «Un ser humano está hecho de tal manera que no se realiza, no se desarrolla ni puede encontrar su plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás. Ni siquiera llega a reconocer a fondo su propia verdad si no es en el encuentro con los otros: sólo me comunico realmente conmigo mismo en la medida en que me comunico con el otro. Esto explica por qué nadie puede experimentar el valor de vivir sin rostros concretos a quienes amar. Aquí hay un secreto de la verdadera existencia humana, porque la vida subsiste donde hay vínculo, comunión, fraternidad; y es una vida más fuerte que la muerte cuando se construye sobre relaciones verdaderas y lazos de fidelidad. Por el contrario, no hay vida cuando pretendemos pertenecer sólo a nosotros mismos y vivir como islas: en estas actitudes prevalece la muerte».

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