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Anda y haz tú lo mismo

Anda y haz tú lo mismo

Hay textos evangélicos, como el que llamamos del “hijo pródigo” (debería llamarse “el padre que perdona siempre”) que cada vez que los leemos nos tocan el corazón. Llevan una experiencia de vida y de fe que se mantiene a través de los siglos.

Nos fijamos en el tajante final con que acaba la narración: ANDA Y HAZ TÚ LO MISMO.  Se dice al maestro de la ley (a nosotros mismos): no marees la perdiz, no entres en disquisiciones, haz lo que ya entiendes, sé misericordioso como lo ha sido el samaritano.

Porque resulta que, con frecuencia, nos enredamos en teorías, ideas, planteamientos de cabeza y no terminamos de hacer. “Obras son amores”, solemos decir. Una fe que se queda en teorías no ha llegado todavía a buen puerto.

¿Cómo vivir hoy una fe práctica? Tres sugerencias:

- Hagamos algo bueno más allá del ámbito familiar: porque a la familia hay que quererla y cuidarla. Pero, como somos familia humana, tenemos responsabilidades con toda persona.

- Hagamos algo bueno por la convivencia social: porque la democracia está en peligro. Y todo lo que hagamos por la mejora de la convivencia redundará en beneficio para nuestra amenazada democracia.

- Hagamos algo por la paz: siempre necesaria y ahora dramáticamente urgente, Si no sembramos la paz no habrá cosecha de humanidad.

Decía Helder Cámara, y tenía razón, que muchos no leerán otro libro de fe que el de la vida de los cristianos. A ver qué leen, que ven los demás en nosotros los que apreciamos a Jesús.  Si ven empatía, solidaridad, respeto, cuidado, vamos por buen camino. En verano no deja de resonar el imperativo mandato de Jesús: “Anda y haz tú lo mismo”.

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