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Quedaos en la ciudad

Quedaos en la ciudad

A veces es preciso intentar hacer lecturas “inhabituales” para que el texto pueda adquirir luz y, desde ahí, iluminar nuestra vida cristiana.

En la escena que hemos leído se dice a los discípulos después de la resurrección de una forma tajante: QUEDAOS EN LA CIUDAD. Alude a la ciudad de Jerusalén. Parece que, tras la muerte de Jesús, el discipulado quiera marcharse a su tierra, a Galilea. Volver a lo de siempre, olvidar el fracaso de Jesús, creer que lo de Jesús ha sido un mal sueño.

Por eso se les conmina a quedarse en la ciudad hasta que el Espíritu, las situaciones de la vida, marquen las pautas a seguir. Quedarse en la ciudad, ejercer la ciudadanía en la forma nueva de una vida creyente en Jesús. Fe y ciudadanía han de ir unidas. El Espíritu toma a la ciudadanía como mediación necesaria. No se puede ser creyente fuera de la ciudadanía.

¿Cómo podemos ser nosotros hoy ciudadanos creyentes?

- Cumpliendo nuestras obligaciones ciudadanas: fiscales, legales, judiciales. Un cristiano que no cumple con sus obligaciones ciudadanas contradice su fe, la desvirtúa y su antitestimonio es una siembra de sal.

- Cuidando la ciudad: sintiéndola como cosa y como casa propia, teniendo por ella el mismo cuidado que el que tenemos por nuestra propia vivienda. Y esto, hasta en los detalles.

- Siendo buenos vecinos: cosa nada despreciable porque se trata de ser bueno (como Dios es bueno) y ser vecino (cercano como Dios en su encarnación). No nos parezca exagerado: nuestro comportamiento vecinal es el lenguaje de un estilo de fe u otro.

Hace unos días decía el Papa León: "La falta de fe lleva a menudo consigo a dramas como la pérdida del sentido de la vida, el olvido de la misericordia, la violación de la dignidad humana en sus formas más dramáticas, la crisis de la familia y tantas heridas más que acarrean no poco sufrimiento en nuestra sociedad". Es posible que todo esto sea cierto. Pero la causa de estas negativas consecuencias también es la carencia de sentido ciudadano.

Tal vez hemos llegado a creer que una fe espiritual era la que no tocaba ni se manchaba con las realidades terrenas. Es una equivocación: justamente en lo terreno, en la historia humana, ha de cobrar rostro nuestra fe, singularmente en la historia de sus sufrimientos. El de Gaza es ahora prioritario: “Gritemos alto y claro contra el drama humanitario que ocurre en Gaza por la acción del Gobierno de Israel. No cabe el silencio usando el argumento de que el Gobierno de España lo utiliza como escudo para ocultar otros problemas” (presidente de la Conferencia Episcopal Española). Cuestión de humanidad y de ciudadanía.

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