Vendremos a él y haremos morada en él

No todos los textos evangélicos tienen la misma densidad. A veces, como ocurre con el texto de hoy, un pasaje evangélico es decisivo para la correcta comprensión de lo cristiano.
Dice el evangelio se Juan que el Padre y Jesús han tomado una decisión de vértigo: VENDREMOS A ÉL Y HAREMOS MORADA EN ÉL. Dicho de una forma gráfica: Dios ha abandonado su cielo para venir a situarse en el fondo de nuestra historia. Ahí se halla el cielo. Y ha venido a quedarse para siempre. Es lo incomprensible de “un Dios dentro”.
¿Qué significa esto? Que Dios ha venido a vivir en el fondo de la vida, que eso que llamamos cielo está dentro de nuestra historia, que Dios se hace acompañante perpetuo del camino humano, que no estamos solos porque nuestra esencial soledad ha sido acogida por el Padre.
¿Qué consecuencias tiene todo esto?
- Requisito previo: hay que amar el mundo: tantas veces que la espiritualidad cristiana ha dicho que había que desprecia este mundo…Sin amar esta vida, por pobre que se la quiera, sin entender esto nuestro como un regalo de amor, no se puede entender que Dios esté dentro de lo nuestro. Una mirada desde la dignidad y desde el amor se hace imprescindible.
- Es preciso ahondar en la historia: porque Dios está en el fondo de la historia, no fuera de ella. Salirse de la historia, ir a buscar cielos en las nubes, es no entender nada de lo cristiano. La gran cuestión de la espiritualidad es cómo leemos nuestra historia.
- Nacemos con responsabilidades adquiridas: saber que Dios habita en el fondo de la historia habría de suscitar nuestra responsabilidad social. Somos responsables del futuro del mundo e, incluso, del futuro del evangelio. Hacer dejación de esta responsabilidad es malentender lo cristiano.
Es probable que todo esto nos suene a teoría que no va con nosotros. Creemos que esto es complicar las cosas innecesariamente. Pero hay que intentar entender lo cristiano en modos más adultos. El corazón del cristianismo es este amor extraño y profundo de Dios a lo nuestro. ¿Por qué han venido Jesús y el Padre a hacer morada de lo nuestro? Por un inexplicable amor. Hay cristianos que andan buscan milagros por todas las esquinas. Aquí tienen el mayor de ellos: el volcánico milagro de un Dios que ama su creación.
Decía, y con razón, el obispo poeta Pedro Casaldáliga: “Para cambiar de vida hay que cambiar de Dios. Hay que cambiar de Dios para cambiar la Iglesia. Para cambiar el Mundo hay que cambiar de Dios”. Que no temamos un cambio de Dios si ese cambio nos aproxima al corazón del evangelio.