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Nadie las arrebatará de mi mano

Nadie las arrebatará de mi mano

Hay textos evangélicos de no fácil lectura. Pero si se los lee con detenimiento y sosiego, podremos sacar algo en limpio para alimentar nuestra vida cristiana.

En el breve pasaje del evangelio de Juan que hemos proclamado se dice que NADIE NOS ARREBATARÁ DE LA MANO DE JESÚS. Nosotros hemos pensado muchas veces que la fe era tener unas ideas religiosas, afirmar unos dogmas, acatar la autoridad religiosa, creer en la vida eterna y cosas similares.

Pero igual resulta que tener fe en Jesús, darle la adhesión, es algo tan antropológico como creer que nos lleva en sus manos. Ningún mandamiento ni de la ley de Dios ni de la Iglesia se formula así: “Creerás que Jesús te lleva en sus manos”. Nos parece infantil y, sin embargo, si uno llegara a tener eso por cierto, ese es persona de fe.

¿Cómo nos guarda Jesús en sus manos? A través de nuestras manos. Somos las manos de Jesús, los brazos de su Espíritu. Por eso:

- Porque somos manos de Jesús para los demás, cuidémonos: si vamos aprendiendo que cuidar es el gran trabajo de Jesús con nosotros, seremos capaces de una creciente generosidad para cuidar a los frágiles.

- Porque somos providencia de Dios para los demás, socorrámonos: la providencia es hacernos cargo de la situación del otro y echar una mano para que los pesos de la vida sean más livianos.

- Porque somos caricia de Jesús para los demás, respetémonos: los abrazos que Jesús daba a niños, pecadores, amigos, son muestra de su enorme respeto. Respetémonos para que aprendamos el abrazo que Dios nos da en Jesús.

Dicen que cuando un niño pequeño coge el dedo de la mano de su madre, esta se halla ya para siempre atrapada en ese amor. Pues bien, nosotros hemos cogido la mano de Jesús o, más bien, el ha cogido la nuestra. Estamos atrapados en su amor. Nunca nos fallará. No tomemos esto como un fervorín espiritual sin contenido. La fe del corazón es de más calidad que la simple fe de la cabeza.

Muchas vidas son arrebatadas a diario en Gaza, Cisjordania, Ucrania, Yemen, Congo, etc. De alguna forma creemos que la mano de Jesús las sostiene. Y eso se puede decir con las palabras del Manifiesto contra la guerra y el rearme en Europa: “No nos resignamos a la guerra, porque no queremos la paz de los cementerios, porque la historia nos demuestra que el único camino realista para conseguir la paz no es militar, sino político”. El Jesús que nos lleva de su mano quiere que nos llevemos unos a otros con cuidado, socorro y respeto. Lo que no sea esto, nada tiene que ver con su evangelio.

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